William S. Burroughs: Autodestructivo y lisérgico
México, 1951, era arrestado en el Palacio de Lecumberri un tipo de Misuri de unos 37 años. Completamente drogado y taciturno, sus manos eran suaves como las de alguien que nunca había trabajado en su vida. Detrás de su camisa llena de babas y alcohol, se escondía el nieto del inventor de la calculadora, y un tipo que había estudidado medicina, antropología y literatura en Harvard; una hazaña para muchos, pero para él, el pretexto perfecto para continuar con su vida de eterno adolescente.
Ese tipo se encontraba en México, huyendo de la justicia estadounidense que lo perseguía por posesión de drogas. Sin embargo, no era eso lo que lo tenía en Lecumberri, sino el asesinato de Joan Vollmer, su esposa.
Estaban huyendo y en una de sus paradas decidieron abrir una botella y tragar algunas pastillas. Estaban tan drogados, y alcoholizados que la parejita de esnobs decidió jugar a que eran Guillermo Tell y su hijo. Joan puso sobre su cabeza una copa vacía, y él, con un revólver tenía que reventarla. Cuando la bala atravesó el cráneo de su esposa Joan, fue el momento en que William S. Burroughs lo supo, él se convertiría en escritor.
La Generación del Fracaso
La primera vez que publicó algo fue en 1953, pero, sin saberlo él ya era la figura más celebre de todo un movimiento contracultural de escritores, que como él, iban por la vida sin importarles absolutamente nada más que si tenían el copete bien peinado. Fue a medidados de la decada de los 40´s, cuando conoció a Jack Kerouac, y a Allen Ginsberg, dos veinteañeros altamente influenciables que encontraron en Burroughs, a un mentor, no solo del desenfreno, sino también de la literatura.
Los tres se convirtieron en los pilares de la Generación Beat, (llamada así por Herbert Huncke, el amigo vagabundo de los tres). La Generación Beat fueron los hijos de la guerra, los niños que ya no tuvieron que pelear, y se dedicaron a buscar el hedonismo puro. Adoptaron y estudiaron la filosofía oriental como una forma de vivir bajo sus propios terminos. Tuvieron sexo con quienes quisieron, y probaron todas las sustancias que se puedan imaginar. Fueron hijos de la guerra y padres de ¿La paz? Quizás no, pero fueron sus libros la principal inspiración del movimiento hippie de los años 60.
En Tanger donde las voces se callaban
Fue en Tanger donde Burrougs se encerró a llorar la muerte de Joan. Según él, la ciudad Marroquí era el único lugar donde la ansiedad no existía. Y como no, si era una dulcería para depravados, con su alto tráfico sexual y drogas por montón. Lo único que Burroughs necesitaba para mantenerse masomenos cuerdo dentro de ese cuartito maloliente en el que se encerró.
Su único vínculo con el mundo real era su amigo Allen Ginsberg, a quien diario le escribía. Todo ese cumulo de mensajes se convirtieron en Las Cartas de la Ayahuasca (1953). A la par escribió Yonki, un sorprendente testimonio súper elocuente y bien redactado de toda la travesía lisergica de Burroughs, que detallaba de forma fidedigna lo que era ser un preso de la sustancias.
Queer, esta obra fue escrita en 1970, pero no se publicó hasta 1985. Pese a que el mundo estaba viviendo una revolución sexual, en los espacios más elitistas de las editoriales literarias aún no estaba listos para publicar una obra con alto contenido erótico enfocado a la homosexualidad. Es una de las obras más honestas Burroughs en donde explora su propia bisexualidad contando la historia de dos amantes que se conocen en México, en busca de nuevas formas de placer lisérgico al querer probar la ayahuasca por primera vez.
William S. Burroughs se convirtió en un símbolo de la contracultura, donde la libertad, el hedonismo y el rechazo a las convenciones definieron a una generación. Su vida llena de excesos es un retrato crudo de cómo el arte puede surgir incluso de los rincones más oscuros de la experiencia humana. Él era William S. Burroughs, el punk original.