“Los hijos de la calle”: Una cruda historia de venganza
En 1996, el director Barry Levinson llevó a la pantalla grande una de las historias más impactantes del cine: “Sleepers”, conocida en español como “Los hijos de la calle”. Basada en el libro homónimo de Lorenzo Carcaterra, la película narra una desgarradora historia sobre amistad, trauma, venganza y justicia. Con un elenco estelar que incluye a Robert De Niro, Brad Pitt, Dustin Hoffman y Kevin Bacon, la película se adentra en los oscuros rincones del sistema judicial y penitenciario estadounidense, mientras explora las consecuencias a largo plazo del abuso sexual infantil.
La trama sigue a cuatro amigos de la infancia —John Reilly, Tommy Marcano, Michael Sullivan y Lorenzo “Shakes” Carcaterra— que crecen en el barrio neoyorquino de Hell’s Kitchen, una zona marcada por la pobreza, la delincuencia y la violencia familiar. Aunque los chicos intentan mantener un equilibrio entre la vida en las calles y los valores inculcados por el Padre Bobby, el sacerdote de su iglesia local, su entorno los empuja constantemente hacia el peligro. Un día, en un acto imprudente, deciden robar un carrito de salchichas, pero el incidente termina en tragedia cuando provocan accidentalmente graves heridas a un hombre.
Como resultado, los jóvenes son condenados a cumplir pena en el Reformatorio Wilkinson, una prisión para menores donde enfrentarán una pesadilla aún mayor. En ese lugar, son víctimas de brutales palizas y abusos sexuales a manos de varios guardias, en particular de Sean Nokes, interpretado por Kevin Bacon. Estos actos de violencia sistemática no solo dejan cicatrices físicas, sino también profundas heridas emocionales que marcarán sus vidas para siempre.
Años después, ya como adultos, dos de los amigos, John y Tommy, se han convertido en criminales en el mismo barrio de Hell’s Kitchen. En una broma del destino, se encuentran con Nokes en un bar y deciden ajustar cuentas de la manera más brutal: lo asesinan en el acto. A partir de este momento, la historia toma un giro hacia la venganza y la búsqueda de justicia.
Michael Sullivan, quien ahora es fiscal, ve en el juicio contra sus amigos una oportunidad para hacer justicia no solo por el asesinato, sino también por los abusos que sufrieron en su juventud. Aunque su posición lo pone en una situación compleja, Michael utiliza su acceso al sistema judicial para incriminar a los guardias responsables de sus tormentos en Wilkinson, exponiendo así la corrupción dentro de la prisión.
La defensa del caso queda en manos de un abogado poco competente, pero gracias a la intervención de Rey Benny, un poderoso mafioso de la zona, el proceso judicial toma un rumbo inesperado. Michael y sus amigos logran convencer al Padre Bobby de que testifique falsamente para darles una coartada a John y Tommy. En una muestra de lealtad hacia los chicos, el sacerdote accede a mentir bajo juramento, asegurando que los acusados estaban con él en el momento del asesinato.
El testimonio del Padre Bobby resulta clave para que el jurado absuelva a los acusados, y finalmente, los amigos logran escapar de la justicia oficial. Sin embargo, la victoria es agridulce. La película concluye con un epílogo sombrío: John y Tommy mueren poco después, uno por sobredosis y el otro asesinado. Michael, desilusionado por el sistema, abandona su carrera de abogado, mientras que Shakes, convertido en escritor, se dedica a contar su historia al mundo.
“Los hijos de la calle” es un recordatorio del impacto devastador que el abuso y la violencia pueden tener en la vida de las personas, especialmente durante la infancia. La película, aunque controversial, se ha convertido en un testimonio sobre la resistencia del espíritu humano y las consecuencias inevitables del trauma.