
Julio Cortázar: un viaje literario que comenzó con Los premios
En la efervescente década de 1960, Julio Cortázar ya era un nombre respetado en el mundo de las letras, reconocido por su maestría en el cuento. Sin embargo, fue con Los premios (1960), su primera novela publicada, que consolidó su reputación como uno de los escritores más innovadores de su generación. Aunque no fue su primera incursión en la novela —El examen, escrita antes, permaneció inédita hasta después de su muerte—, Los premios marcó un punto de inflexión en su carrera y sentó las bases para lo que luego sería su obra cumbre, Rayuela (1963).
La génesis de Los premios es tan peculiar como su narrativa. Durante un viaje a Nueva York en 1960, Cortázar decidió escribir la novela para combatir el aburrimiento. El resultado fue una obra que hoy forma parte de una colección especial lanzada por Editorial Alfaguara y Revista Ñ en conmemoración del centenario del autor. Esta colección, que incluye títulos como Rayuela, Bestiario (1951), Historias de cronopios y de famas (1962) y Un tal Lucas (1979), ha tenido un éxito rotundo, con miles de ejemplares vendidos en Argentina.
Los premios narra la historia de un grupo diverso de personas que, tras ganar un premio de lotería, se embarcan en el crucero Malcolm sin conocer su destino. Lo que comienza como un viaje placentero se transforma en una experiencia llena de misterio y tensiones. La prohibición de acceder a la proa del barco, la ausencia del capitán y la sensación de estar atrapados en una realidad distorsionada crean una atmósfera intrigante que anticipa el estilo lúdico y experimental que Cortázar desarrollaría plenamente en Rayuela.
La novela no solo es un ejercicio literario audaz, sino también un reflejo de las inquietudes del autor. Cortázar explora temas como la libertad, el azar y las relaciones humanas, mientras juega con las expectativas del lector. Los personajes, provenientes de diferentes estratos sociales, se ven enfrentados a situaciones límite que los obligan a cuestionar sus propias identidades y decisiones. Este enfoque, que ya se vislumbraba en relatos como El perseguidor (incluido en Las armas secretas, 1959), muestra la evolución de un escritor que buscaba romper con las convenciones narrativas de su época.
La vida de Cortázar estuvo marcada por constantes viajes y transformaciones. Nacido en Bruselas en 1914, pasó su infancia en Banfield, Argentina, y trabajó como docente antes de dedicarse por completo a la literatura. Su oposición al gobierno de Juan Domingo Perón lo llevó a publicar Casa tomada (1946) en la revista Los anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges. Este encuentro con Borges, quien recordaría años después la visita del “muchacho muy alto” con un manuscrito bajo el brazo, fue un hito en su carrera.
En 1951, Cortázar se instaló en París gracias a una beca del gobierno francés. Allí, según escribió en una carta a su amigo Roberto Fernández Retamar, dejó atrás al escritor que buscaba convertir la realidad en libros para convertirse en un hombre que quería que los libros influyeran en la realidad. Este cambio de perspectiva definió su obra posterior y lo consolidó como una voz única en la literatura latinoamericana.
La colección de Alfaguara y Revista Ñ continuará su homenaje a Cortázar con la publicación de Las armas secretas (1964) y Alguien que anda por ahí (1977) el 31 de julio, seguida de otras entregas quincenales que culminarán el 9 de octubre con Final del juego (1956) y Queremos tanto a Glenda (1980).
Los premios no solo es una novela fascinante por derecho propio, sino también un testimonio del genio creativo de Cortázar. Su capacidad para transformar lo cotidiano en algo extraordinario, su audacia narrativa y su compromiso con la exploración literaria lo convierten en un autor indispensable, cuyo legado sigue inspirando a nuevas generaciones de lectores.