Jazz Mexicano

Gonzalo Rubalcaba: el latido afrocubano que viaja sin pasaporte

La Habana, finales de los sesenta, olor a salitre y autos americanos descoloridos. Allí nació Gonzalo Rubalcaba —Julio Gonzalo González Fonseca para los papeles oficiales—, hijo de una familia donde la música no era un oficio: era aire. Creció rodeado de teclas, de patrones rítmicos que parecían heredarse en la sangre como un apellido más. Desde niño se sentó frente al piano con esa mezcla de curiosidad y hambre que tienen los que saben que están llamados a algo.

Gonzalo Rubalcaba Trio | Ladbroke Hall

El Conservatorio Manuel Saumell le dio el primer pulso académico, pero las calles de La Habana le enseñaron la improvisación real: el guajeo que se filtra en cada esquina, los metales que gritan desde una ventana. Después vino el Amadeo Roldán, la percusión, las lecciones de Ñola Sahig; y en el Instituto Superior de Arte, Roberto Valera y Carlos Fariñas le afinaron el oído para la composición. Todo eso antes de cumplir veinte, antes de salir al mundo.

A los 14 ya trabajaba en orquestas, acompañando voces como la de Beatriz Márquez. Con ella llegó en 1980 al Festival Internacional de Buga, en Colombia, y regresó con un primer premio de orquestación bajo el brazo. Su grupo Proyecto, fundado en 1978, fue laboratorio y pista de despegue: ahí era pianista, baterista, compositor y arreglista. Jazz Plaza en La Habana lo vio crecer, improvisar con un derroche rítmico que atrapó miradas. En 1986, Dizzy Gillespie lo escuchó y decidió que aquello no podía quedarse en la isla. Grabaron juntos, y de ahí en adelante, Rubalcaba dejó de ser solo un nombre cubano.

Gonzalo Rubalcaba: álbumes, canciones y conciertos | Deezer

Messidor, sello alemán, lo fichó y llegaron discos como Live in Havana o Giraldilla. Premios EGREM, giras por Japón, Canadá, Grecia, Brasil… Cada concierto era una bitácora nueva. En 1987, con la Orquesta Sinfónica Nacional, grabó Concierto negro, donde se atrevió a mezclar yoruba, música cubana y sinfónica. Un año después compuso para Cartas del parque, de Tomás Gutiérrez Alea, llevando el piano a la pantalla grande.

En 1992 fijó residencia en República Dominicana, y más tarde en Fort Lauderdale, Florida. Ahí comenzó su romance con Blue Note, dejando huellas como Discovery, The Blessing, Inner Voyage, Supernova y Solo. Entre Grammy y giras, colaboró con Isaac Delgado, Juan Luis Guerra, Francisco Céspedes y Charlie Haden.

Gonzalo Rubalcaba en el Festival Jazz a la Villette -

Rubalcaba no solo toca jazz: lo destila, lo cruza con raíces yoruba, lo mezcla con la cadencia de la salsa, lo tiñe de bolero. Sus manos hacen que el piano suene como si viajara: una nota en La Habana, la siguiente en Montreux, luego otra en Nueva York.

Hoy sigue moviéndose, porque el jazz que lleva dentro no sabe de fronteras. Lo suyo es improvisar la vida como improvisa un solo: sin mapa, con oído, y con el corazón marcando el compás.

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