

Eventos

Recordar bailando
No falta un familiar que invoca en estos tiempos navideños a las grandes orquestas, especialmente a las que inspiran al baile “hot dance music”, también llamado jazz bailable.
Desde lo profundo del mar que divide Inglaterra de Francia se escucha para bailar In the Mood o Serenata a la luz de la Luna. Un 15 de diciembre de 1944 muere en el Canal de la Mancha el trombonista estadounidense Gleen Miller. El ejercito estadounidense lo había convocado para integrarse a la Segunda Guerra Mundial. La tragedia de su muerte aún sigue siendo un misterio, numerosas teorías se han escrito. En 1954 se estrenó la película Música y lágrimas, del director Anthony Mann, la historia es un homenaje a Miller. Su música siempre estará presente en cualquier época, y desde luego nos hace pensar en los mejores pasos de baile de esa generación que sigue recordándolo.
Germán Montalvo
En algún punto de la década de los cuarenta apareció una muchacha de Newark con un timbre único. Sarah Lois Vaughan, hija de un carpintero que tocaba la guitarra después del trabajo y de una madre que cantaba himnos los…
Ver más
En tiempos donde el jazz contemporáneo navega entre la nostalgia y la experimentación, pocas propuestas lograron una identidad tan contundente como The Comet Is Coming. Este trío londinense, formado por el saxofonista Shabaka Hutchings —bajo el alias de “King Shabaka”—,…
Ver más
Enigmático, evasivo, perfeccionista. Y una leyenda. La vida de Joao Gilberto (1931-2019) siempre fue un enigma aún para aquellos que lo acompañaron desde…
Leer más

Roy DeCarava nació en Harlem en 1919 y regresó a él una y otra vez con una cámara que no buscaba describir, sino afirmar una forma de ver. No se consideraba documentalista. Decía que su trabajo era una construcción personal, una visión. Desde sus primeros años en el Harlem Community Art Center, tras dejar la pintura, entendió la fotografía como un espacio donde podía elaborar un mundo propio sin explicar nada a nadie.
Su estética se sostuvo en dos decisiones constantes: trabajar con la luz disponible y aceptar la oscuridad como parte de la imagen. No quería iluminación añadida ni impresiones “perfectas”. Si una escena era oscura, se mantenía así. Para él, esa era la condición real del lugar y de las personas, sobre todo en los clubes de jazz, donde captó músicos sin decorados ni artificios. DeCarava entendía que alterar la luz era alterar el sentido.
Su libro The Sound I Saw, armado entre finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, reunió imágenes tomadas en Harlem: músicos, familias, apartamentos, calles, interiores silenciosos. No pretendía registrar un problema social ni construir un mensaje político. Quería una expresión artística. Por eso, aunque retrató un mundo marcado por la vida negra en Estados Unidos, rechazó la idea de que su obra equivaliera a una denuncia. Afirmaba que la cultura afroamericana no debía aparecer solo como conflicto o advertencia, sino como experiencia completa.
En 1959, cuando Columbia Records lo invitó a fotografiar la portada de Porgy and Bess de Miles Davis, evitó las dos rutas habituales: el retrato controlado o la toma dramática en escena. Llegó a la casa de Davis sin aviso previo y obtuvo una imagen que desplazó los rostros para centrarse en un gesto íntimo. Esa fotografía condensó su método: cercanía, precisión y una atención absoluta al instante.
Su relación con Langston Hughes produjo The Sweet Flypaper of Life, publicado en 1955, una obra que mezcló ficción y fotografía para construir un retrato comunitario sin solemnidad. Poco después, gracias al apoyo de Edward Steichen, recibió una beca Guggenheim para trabajar un año completo sobre Harlem.
El reconocimiento institucional tardó. Su retrospectiva en el MoMA llegó hasta 1996. Aun así, la influencia de DeCarava permanece. Su obra, en gran parte no publicada, circula como un legado que insiste en otra forma de mirar: directa, libre y sin jerarquías impuestas.

La serie Jazz, del pintor francés Henryi Matisse, compuesta por veinte collages es uno de los símbolos más representativos del arte moderno. Está presente como un referencia de la libertad de la forma y el color, la improvisación, la espontaneidad, de la misma manera como se define el jazz. Pero esta serie que lleva el título de jazz en realidad alude formalmente al circo, otra de las disciplinas en las cuales, color, movimiento, geometría, mimética, aluden al malabarismo del jazz. Matisse la realizó en 1947 teniendo como herramienta tijera y papel. El domingo pasado en la exposición Del libro al museo, en la Biblioteca Pública Mario de Andrade, en Sao Paulo, Brasil, ocho de las piezas de la serie Jazz de Matisse fueron robadas.
Germán Montalvo
Anoche, en el siempre sorpresivo foro de Sibarita, Rafa Barrera presentó su “Jazz Trío” con un concepto que él mismo define como México reimaginado. El pianista, acompañado por su bajo y bataco, cuyo talento suplió la falta de presentaciones formales, ofreció un set que mezcló irreverencia, virtuosismo y esas ganas de experimentar que tanto escasean en la escena local.
En pleno arranque de las fiestas decembrinas, el trío decidió jugar con el repertorio navideño sin caer en lo obvio ni en lo cursi. “Little Drummer Boy” se transformó en una pieza sincopada, casi hipnótica, donde el piano llevaba la melodía a terrenos más oscuros. “Los Peces en el Río” ganó un carácter casi cinematográfico, mientras que “Los Tres Reyes Magos” derivó en una improvisación libre que desarmó y rearmó el tema original como si fuera un rompecabezas creado por Picasso.
Pero el momento más inesperado llegó con “Zombie” de The Cranberries. Un clásico noventero convertido en jazz experimental podría sonar a disparate sobre el papel, pero en vivo funcionó: una mezcla peculiar, sí, pero ejecutada con una convicción que terminó por conquistar la noche.
Miles Jazz Club nace para que los amantes del jazz, los músicos y quienes gustan de este género musical, tengan un espacio en donde se puedan compartir artículos, música e información que permita preservar al jazz y lo que significa para quienes disfrutamos de este gran movimiento musical.”
Es por esto que nace la idea de hacer este club sin fines de lucro y al alcance de todo aquel que quiera integrarse a éste, para fomentar el compañerismo entre los artistas del jazz y que el público en general, pueda formar parte de este proyecto.
Bienvenidos todos al Miles Jazz Club.