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El Perseguidor
“El jazz me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir en mis cuentos, un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad e improvisación…” Julio Cortázar
En una de sus clases en Berkeley en 1980, Cortázar dice que El Perseguidor es un cuento que comenzó a escribir por allá del año 1956, aunque el libro se publicó en 1959. Éste es uno de los grandes libros que a todos los que nos apasiona el jazz nos remite un poco a la historia de Charlie Parker, personificado en el cuento por Johnny Carter. El Perseguidor llegó al cine como una adaptación seis años después del libro, en 1965, dirigida por el cineasta argentino Osias Wilenski, en el reparto aparece la actriz Zulma Faiad que tuvo presencia en México en varias películas en los años setenta. En 2014 la editorial Libros del Zorro Rojo, publicó una bellísima edición con ilustraciones de José Muñoz, artista argentino del cómic con notable trayectoria. El cuento de Cortázar seguirá inspirando, persiguiendo, ¿cuál será su rumbo?.
Germán Montalvo
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Roy DeCarava nació en Harlem en 1919 y regresó a él una y otra vez con una cámara que no buscaba describir, sino afirmar una forma de ver. No se consideraba documentalista. Decía que su trabajo era una construcción personal, una visión. Desde sus primeros años en el Harlem Community Art Center, tras dejar la pintura, entendió la fotografía como un espacio donde podía elaborar un mundo propio sin explicar nada a nadie.
Su estética se sostuvo en dos decisiones constantes: trabajar con la luz disponible y aceptar la oscuridad como parte de la imagen. No quería iluminación añadida ni impresiones “perfectas”. Si una escena era oscura, se mantenía así. Para él, esa era la condición real del lugar y de las personas, sobre todo en los clubes de jazz, donde captó músicos sin decorados ni artificios. DeCarava entendía que alterar la luz era alterar el sentido.
Su libro The Sound I Saw, armado entre finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, reunió imágenes tomadas en Harlem: músicos, familias, apartamentos, calles, interiores silenciosos. No pretendía registrar un problema social ni construir un mensaje político. Quería una expresión artística. Por eso, aunque retrató un mundo marcado por la vida negra en Estados Unidos, rechazó la idea de que su obra equivaliera a una denuncia. Afirmaba que la cultura afroamericana no debía aparecer solo como conflicto o advertencia, sino como experiencia completa.
En 1959, cuando Columbia Records lo invitó a fotografiar la portada de Porgy and Bess de Miles Davis, evitó las dos rutas habituales: el retrato controlado o la toma dramática en escena. Llegó a la casa de Davis sin aviso previo y obtuvo una imagen que desplazó los rostros para centrarse en un gesto íntimo. Esa fotografía condensó su método: cercanía, precisión y una atención absoluta al instante.
Su relación con Langston Hughes produjo The Sweet Flypaper of Life, publicado en 1955, una obra que mezcló ficción y fotografía para construir un retrato comunitario sin solemnidad. Poco después, gracias al apoyo de Edward Steichen, recibió una beca Guggenheim para trabajar un año completo sobre Harlem.
El reconocimiento institucional tardó. Su retrospectiva en el MoMA llegó hasta 1996. Aun así, la influencia de DeCarava permanece. Su obra, en gran parte no publicada, circula como un legado que insiste en otra forma de mirar: directa, libre y sin jerarquías impuestas.

Entre los grandes éxitos de la música de todos los tiempos sin duda Rapsodia in Blue compuesta por George Gershwin en el año 1924, es una referencia total. El artista norteamericano Alex Stenweiss (1917-2011, Estados Unidos), realizó una gran cantidad de portadas con un estilo surrealista, entre ellas se encuentra Porgy and Bess, ópera estadounidense, pero también de esa misma ópera existe una portada de Rapsodia in Blue. Stenweiss es un gran referente del diseño gráfico que consagró su trabajo al diseño de algunos sellos discográficos. En 1949 la portada del disco Boogie Woogie con un marcado acento del movimiento que lideró André Breton, formó parte de una exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Este gran diseñador es una de las figuras clave para entender la relación del arte moderno y la música.
Germán Montalvo
Anoche, en el siempre sorpresivo foro de Sibarita, Rafa Barrera presentó su “Jazz Trío” con un concepto que él mismo define como México reimaginado. El pianista, acompañado por su bajo y bataco, cuyo talento suplió la falta de presentaciones formales, ofreció un set que mezcló irreverencia, virtuosismo y esas ganas de experimentar que tanto escasean en la escena local.
En pleno arranque de las fiestas decembrinas, el trío decidió jugar con el repertorio navideño sin caer en lo obvio ni en lo cursi. “Little Drummer Boy” se transformó en una pieza sincopada, casi hipnótica, donde el piano llevaba la melodía a terrenos más oscuros. “Los Peces en el Río” ganó un carácter casi cinematográfico, mientras que “Los Tres Reyes Magos” derivó en una improvisación libre que desarmó y rearmó el tema original como si fuera un rompecabezas creado por Picasso.
Pero el momento más inesperado llegó con “Zombie” de The Cranberries. Un clásico noventero convertido en jazz experimental podría sonar a disparate sobre el papel, pero en vivo funcionó: una mezcla peculiar, sí, pero ejecutada con una convicción que terminó por conquistar la noche.
Miles Jazz Club nace para que los amantes del jazz, los músicos y quienes gustan de este género musical, tengan un espacio en donde se puedan compartir artículos, música e información que permita preservar al jazz y lo que significa para quienes disfrutamos de este gran movimiento musical.”
Es por esto que nace la idea de hacer este club sin fines de lucro y al alcance de todo aquel que quiera integrarse a éste, para fomentar el compañerismo entre los artistas del jazz y que el público en general, pueda formar parte de este proyecto.
Bienvenidos todos al Miles Jazz Club.