

Eventos

La llama y mi música
Lo primero que recuerdo de mi infancia fue una llama, una llama azul que saltó de una estufa encendida, no sé quién la encendió. Quizás fui yo, mientras jugaba con ella. No lo recuerdo. Sin embargo, recuerdo el impacto del siseo de esa llama azul que saltaba del quemador, de su repentina aparición. Esto es lo último que recuerdo; todo lo anterior es solo niebla, misterio. Pero la llama de esa estufa es tan clara como la música en mi mente. Tenía tres años.
Miles Davis, con Quincy Troupe.
Miles. La autobiografía.
Bill Evans fue el excel del jazz. Pianista estadounidense nacido en Plainfield, Nueva Jersey, en 1929, pasó su vida reconstruyendo el jazz nota por nota con presición matemática. Su madre le enseñó las primeras escalas, pero fue su curiosidad la…
Ver más
El jazz de GoGo Penguin no estalla. Se desliza. Entra como una respiración contenida que, sin avisar, libera algo esencial. Desde Manchester, el trío británico ha construido una trayectoria sin estridencias, más cerca del silencio que del ruido. Su más…
Ver más
Cuesta creer que la llamada ghost story haya surgido y tenido su auge en las navidades victorianas, donde frente a una chimenea y…
Leer más

El jazz no solo se escucha; también se observa. En los años en que Blue Note Records transformaba el género en Nueva York, un hombre detrás de la cámara construía una memoria paralela: Francis Wolff, refugiado alemán, socio de Alfred Lion y testigo de los grandes nombres del siglo XX.
Wolff llegó a Estados Unidos en 1939, huyendo del régimen nazi. Se unió a Lion, su amigo de infancia, y juntos crearon el sello más influyente del jazz moderno. Al principio, Wolff se ocupaba de la administración. Pero pronto tomó una Leica y empezó a documentar lo que ocurría en los estudios de grabación, primero en una modesta casa en Hackensack. Su discreción lo volvía invisible. Capturó a John Coltrane, Art Blakey, Herbie Hancock, Ron Carter, en los intervalos entre la creación y el silencio.
Sus fotografías son directas, sin ornamento. Rostros tensos, dedos gastados, humo suspendido. No hay poses ni artificios. Wolff trabajaba con un flash lateral que aislaba a los músicos contra un fondo negro, creando una tensión constante entre soledad y comunión. En cada imagen late la misma dualidad que define al jazz: el impulso individual frente al diálogo colectivo.
Con la llegada del LP de 12 pulgadas, las imágenes de Wolff se integraron a las portadas de Blue Note, junto con el diseño de Reid Miles, estableciendo una estética visual que marcó época. Entre 1941 y 1965 tomó miles de fotos, hoy parte de la colección del Smithsonian National Museum of American History.
En su silencio metódico, Francis Wolff dio forma visual a un sonido que jamás se repite igual. Su obra es testimonio de un momento en que la música y la mirada compartían el mismo compás.
![]()
Se les dice imágenes antropomorfas, es decir que están construidas entre objetos y partes humanas y cuando hay soluciones entre lo humano y lo animal adquieren el mote de antrozoomorfas, con esos recursos Niklaus Troxler, figura destacada del diseño universal ha construido varios de los carteles para el Jazz Festival Willisau de Suiza. Diseñador gráfico y uno de los grandes promotores del jazz, Troxler dirigió varios años ese festival. De su libro Jazz Blvd. Niklaus Troxler Poster, editado por Lars Müller Publishers, tomamos esta imagen feroz que ilumina visualmente lo que define al jazz: improvisación pura sonoridad cromática. Germán Montalvo
Miércoles 3 de septiembre en Sibarita, el aire olía a vino y mesa de madera. Abel Quiroz dejó caer las primeras notas de “Blue Monk”, cada acorde pesado como una máquina oxidada encendiéndose. Aurelio Contreras sostuvo el pulso en el contrabajo, líneas profundas que parecían salir de un sótano inundado, mientras Lorenzo Luna soplaba el saxofón como si quisiera abrir un agujero en la pared.
El público, eran un montón de sombras repartidas, mirando en silencio, atrapado en el vaivén de esa música que parecía deslizarse por debajo de las mesas. Siguió “Darn That Dream”, sueño roto, casi un espejismo, el piano flotando como humo espeso.
Cerraron con “All the Things You Are”, pero no sonaba como un cierre, sino como un portal abierto: saxofón desgarrado, contrabajo golpeando el piso, piano insistente. Jazz vivo, inquieto, respirando aunque nadie lo controle. Un exorcismo breve, eléctrico, necesario.
Miles Jazz Club nace para que los amantes del jazz, los músicos y quienes gustan de este género musical, tengan un espacio en donde se puedan compartir artículos, música e información que permita preservar al jazz y lo que significa para quienes disfrutamos de este gran movimiento musical.”
Es por esto que nace la idea de hacer este club sin fines de lucro y al alcance de todo aquel que quiera integrarse a éste, para fomentar el compañerismo entre los artistas del jazz y que el público en general, pueda formar parte de este proyecto.
Bienvenidos todos al Miles Jazz Club.