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F. Scott Fitzgerald, entre la virtud y el jazz

París en los años 20, la década y el lugar más importante para el desarrollo artístico del escritor Francis Scott Fitzgerald, autor de libros como “A este lado del paraíso”, “Hermosos y malditos” y su indiscutible obra maestra “El gran Gatsby”. En aquellos años los excesos, la música, las luces y la vida de lujos estaba en su mayor apogeo. Dentro de esos clubes nocturnos se concibió la idea de un millonario que ofrece fiestas estrafalarias a las que todo el mundo va, con la esperanza de que el amor de su vida vaya a una de ellas. Muy similar a lo que Fitzgerald tuvo que hacer para que el amor de su vida, Zelda, lo notara y le diera la oportunidad de casarse con él.

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La luz verde

Además de la inspiración constante y de la diversión vacía que otorgaba la música y el alcohol, Scott encontró en París, amistades apasionadas que marcarían su vida para siempre. Sus frecuentes viajes a Europa, lo conectaron con la comunidad de expatriados estadounidenses, entre ellos, el renombrado Ernest Hemingway.

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La relación entre Fitzgerald y Hemingway fue intensa, pero no exenta de conflictos. Hemingway, en sus memorias “A Moveable Feast,” retrató a Zelda, la amada esposa de Fitzgerald, como una loca que alentaba al escritor a buscar el placer de la bebida, distrayéndolo de su labor literaria. Como se imaginarán, Hemingway y Zelda no se llevaban bien. Además, para que F. Sott y Zelda pudieran sustentar su ostentoso estilo de vida, el escritor se veía obligado a vender obras menores en revista o para guiones de cine. Este conflicto sobre la “prostitución” de las obras para revistas y estudios de Hollywood, como lo llamaban Fitzgerald y Hemingway, tensionó su amistad.

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A pesar de su pasión por las novelas, solo la primera de Fitzgerald tuvo el éxito suficiente para mantener su glamoroso estilo de vida en Nueva York, donde él y Zelda se convirtieron en celebridades. Las facturas médicas de Zelda, quien lidiaba con esquizofrenia, y sus constantes problemas económicos llevaron a Fitzgerald a depender de préstamos de su agente literario, Harold Ober, y su editor, Maxwell Perkins.

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Su caída

Cuando Ober dejó de adelantar dinero, Fitzgerald se distanció y, en agradecimiento, le dedicó un emotivo tributo en su historia corta “Financing Finnegan.” La relación de Fitzgerald con Zelda también se volvía cada vez más complicada; la enfermedad mental de ella y las luchas económicas eran una carga constante.

En 1932, Zelda fue hospitalizada en la Clínica Phipps en Baltimore, mientras Fitzgerald alquilaba la finca “La Paix” para trabajar en su nueva obra. Esta novela, que pasó por diversas versiones, exploraba la historia de Dick Diver, un psiquiatra prometedor, y su conexión con Nicole Warren, una paciente. Algunos críticos consideraron la obra como una narración velada de los problemas de Fitzgerald con Zelda, la fortuna y el decadente estilo de vida.

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La relación de Fitzgerald con Zelda se volvió aún más tensa cuando ella escribió su propia versión de su vida en Europa, “Save Me the Waltz.” Fitzgerald logró influir en la obra antes de su publicación, limitando la narrativa sobre su relación. Su propia novela, “Suave es la noche,” publicada en 1934, no cumplió las expectativas de los críticos en ese momento, pero con el tiempo ganó reconocimiento, siguiendo la senda de “El gran Gatsby.”

Los años en Baltimore fueron difíciles para Fitzgerald. Sus problemas económicos, el alcoholismo y las hospitalizaciones frecuentes en el hospital Johns Hopkins lo sumieron en un preocupante estado, como señaló su amigo H. L. Mencken. La trágica vida de F. Scott Fitzgerald, marcada por pasión, amistad y desafíos, deja un legado literario que trasciende las dificultades personales.

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